martes, 24 de julio de 2007

"Cuando siento piedra"



Cierra los ojos, no del todo, suavemente, dejando que la luz del sol entre a pesar de los párpados, permitiendo que el calor vaya resbalando desde allí hasta llegar a la punta de sus pies. El ritual siempre es el mismo, el final el esperado: dejarse abrazar por lo que le rodea. La luz, el calor del sol, la piedra.


Se tumba en una lancha de aquella garganta, una piedra grande y suave a la que su cuerpo poco a poco con el tiempo se ha ido adaptando, creciendo hasta completarla. Descansa en la dureza de su regazo desde cuando siendo un niño le costaba llegar hasta ella sin mojarse los pies. Conoce cada herida que el agua con su paso ha dejado en la suavidad de su piel de piedra. Y la acaricia, la acaricia con la yema de los dedos con el torso de sus brazos, con los labios. La acaricia hasta sentir su frío pétreo, el alma plácida de la piedra.


Escucha el sonido del agua que discurre garganta abajo como una melodía inacabada, cambiante a veces según los obstáculos que se crucen en el camino. Escucha el chasquido de las ramas que luchan por atravesar alguna estrechez, empujadas por la corriente. Los sonidos son más nítidos allí a pesar de sentirlos sólo como un eco constante. La percepción del roce del agua en la suavidad de la piedra, consigue a veces hacerle llorar.


El olor del cerezo y el helecho embriaga su saliva y la espesa hasta conseguir saborear el aroma de tanta naturaleza, una mezcla perfecta que impregna su ropa, su piel, que le endulza la lengua como si lamiera la miel que le ofrece la jara.


El agua siempre baja gélida, transparente. La acaricia con la punta de los dedos y nota como escapa después de un pellizco helador.


Y consigue dejar de sentirse, dejar de pensar, consigue dejar de ser. Consigue hacerse invisible y mezclarse con un mundo tan cercano y al mismo tiempo tan distante. La piedra le abraza hasta que por un momento cree convertirse en parte de ella.


Después, siempre espera el momento de volver.

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lunes, 9 de julio de 2007

Mensajes


Mensajes escritos en cualquier pantalla, en cualquier papel.
Mensajes que me despiertan cada mañana y me regalan un nuevo día y lo ponen a mis pies envuelto en papel de celofán y lazo rojo.
Mensajes que suavizan cada poro de mi piel con una caricia, lejana pero certera.
Mensajes que bioritman mi corazón y lo paran a veces un segundo eterno.
Mensajes que me hacen subir y subir y subir.
Mensajes que me abrazan, que me escuchan, que me aman, que me poeman.
Mensajes de amor que se diluyen en mi boca como caramelos.

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