lunes, 13 de agosto de 2007

Terremotos (para la bella Violeta)

Estaba en la parada del autobús cuando notó la sacudida del terremoto. Le miraba, como siempre y por un momento, sólo por un momento, pensó que todo lo que temblaba alrededor era el reflejo de la fuerza con la que su corazón latía cada vez que le miraba a los ojos.
---------------------------
Los animales son increíbles pensó. No se habría dado ni cuenta si no fuera porque Flecha aulló y le miró como angustiada. El temblor fue tan ligero que nadie a su alrededor dejó de hacer lo que hacía en ese momento, pasear, hablar, o como él acompañar a su perra en su paseo matutino lento y dificultoso.
-------------------------------
Los domingos de Agosto siempre son tediosos y solitarios. La gente que queda por Madrid no baja a las diez de la mañana a comprar el periódico, no. Bajan a la una, camino de una terraza en la que tomar el aperitivo. Y lo leen allí mientras saborean la cerveza. Él pone la radio y espera paciente a que llegue esa hora con sabor a aceituna. ¿Un terremoto aquí en Madrid?. –se dice mientras escucha la noticia- Vamos no me jodas, si yo no he notado nada.
----------------------------------------
Han temblado un poco las rayas de los azulejos, como si quisieran escapar a una nueva limpieza, otra nueva limpieza. Eso ha sido un terremoto –piensa mientras oye a los vecinos en la corredera-. Ojalá se les haya caído el techo encima –remata-. Y por un momento imagina la cara de su exmarido aplastada contra la tarima de ese piso que comparte con la zorra. Y sonríe en una mueca extraña.
---------------------------------------
Cuando pasa el camión de la basura, cuando alguien grita mucho a su lado, cuando la policía la saca de la oscuridad de sus cartones, cuando dos niñatos la tiran al suelo y la llaman negra de mierda escupiéndola a la cara, cuando hace tanto frío que tirita casi convulsionando, cuando le arrancaron de los brazos a su hijo partiéndola el alma. Eso sí es un terremoto.
---------------------------------------
La boca le sabe al semen del último cliente y a esas horas sólo siente un asco infinito. Saber que su hija la espera aun dormida y que puede por un momento oler su pelo y verla abrir los ojos y sonreír como solo es capaz de sonreír una niña feliz, saber eso es lo único que la impide morir de asco, de desesperanza. La ciudad entera ha temblado a sus pies mientras el último cliente se vaciaba sobre sus labios, esos que poco después evitarán besar la piel suave de una niña feliz.

Read More...