viernes, 22 de febrero de 2008

Aún no sé acariciarle.

Él se deja hacer, pero yo aún no sé acariciarle.
Perdona la torpeza de mis dedos con un gemido leve, cediendo a mis impulsos con ternura, intuyendo mi virginidad.
Me siento cerca presintiendo su suavidad y respiro la esencia que desprende y que me impregna.

Si supiera lo que evocan sus sonidos en mi piel, lo que siente la yema de mis dedos cuando intento torpe, acariciar la envoltura de su alma que es todo él.

Si supiera cuanto tiempo deseando, cuanto esperando a que su voz fuera mía.

Aún no sé acariciarle, lo sé. Tal vez algún día.

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