Viajar con un poeta
Si viajas con un poeta, procura cachearle por dentro antes de iniciar el camino y mirar el doble fondo de su maleta. Que no guarde de manera subrepticia ningún verso debajo de la lengua. Sería aconsejable no dejar nunca a mano un lapicero, una barra de labios o una gota de sangre. Y es obvio que debe estar prohibido el blanco de las sábanas de hotel o los manteles vírgenes de trazos en restaurantes tranquilos. Es conveniente revisarle la yema de los dedos y el revés de los brazos y no dejar a mano un espejo o la arena de una playa vacía.
Cuando se viaja con un poeta, ninguna de todas estas precauciones podrá asegurarnos que no se nos desborden las palabras o no se nos escurran los silencios, ni que, en definitiva, recorramos un solo paso sin un verso pegado a las costillas.
Cuando se viaja con un poeta, ninguna de todas estas precauciones podrá asegurarnos que no se nos desborden las palabras o no se nos escurran los silencios, ni que, en definitiva, recorramos un solo paso sin un verso pegado a las costillas.