jueves, 28 de mayo de 2009

IMÁGENES

Imágenes (7)

Huele a tierra mojada. Absolutamente todo, huele a tierra mojada. Es el olor a vida, a naturaleza en su estado más primitivo. Un olor solo suavizado por el aroma dulce de las higueras y las uvas maduras.

Es de noche, aunque allí nunca es noche del todo. Hay un millón de estrellas en un cielo limpio, inmenso. Un espectáculo de oscuridad y luz que abraza la montaña y vigila los riscos y los mil manantiales. El verano en la montaña es otro verano distinto.
A la izquierda, un perro grande dormita con los ojos medio abiertos mientras una mano se posa en su enorme cabeza. El vaivén de su respiración impulsa una caricia lenta, acompasada.
Se oyen crujidos, aleteos y un poco más allá agua que escapa. El resto es todo silencio. El tiempo queda suspendido, acomodado entre las jaras y los helechos. No hay nada más allá. Lo que no puede verse, es solo espesura, masa oscura y cerrada.
A la derecha una mano anexa a otro cuerpo cuelga relajada. Es imperceptible el momento en que ambas manos se rozan, se descubren cerca. Se escucha ese silencio como si se oyera una melodía. Se disfruta dejándose mecer por una brisa suave, como un soplido sin fuerza que acaricia por segundos las hojas de cada árbol. Una brisa leve con olor a tierra mojada.

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viernes, 17 de abril de 2009

Imágenes

IMÁGENES (1)

Hay una habitación estrecha y alargada. La puerta y la ventana se enfrentan como invitando a entrar y salir seguidamente, sin pausa. A la izquierda hay una pequeña cama pegada a la pared. El cabecero de metal descansa en el hueco que la puerta no ocupa. Los pies rozan el marco si la ventana está abierta. Una ventana de madera imposible de cerrar del todo, por donde el aire entra a veces susurrando nanas, a veces un nombre.
Debe ser verano. Hace calor. Tampoco se puede saber a ciencia cierta. La ventana está cerrada y algo impide que entre la luz de la calle.
Encima de la cama hay una niña muy pequeña, muy delgada, de pelo corto y oscuro y ojos negros y grandes, hundidos, febriles. Le cuesta mucho respirar. Todo le huele a jarabe de fresa. La falta de aire la mantiene en una especie de sueño ligero. No tiene nada que recordar aun. Tampoco tiene porqué entender nada. Solo es consciente de un espesor que impide que la saliva pueda deslizarse por su garganta. Consciente de una sed dolorosa.
Las paredes están desnudas como la niña y como ella, tienen un color pálido, apagado. Un farolillo rojo del tamaño de una mano, oscila con un movimiento leve e incesante desde un gancho que sobresale de la esquina más cercana.
En algún momento del día o de la tarde o tal vez de la noche, un hombre se acerca muy despacio a la cabecera de la cama. La niña está absorta en las mil formas que la luz roja del farolillo refleja en la pared. Son dibujos imprecisos, desenfocados. Círculos que se abren y se cierran según el movimiento de la luz.
El hombre la mira. No sabe si duerme con los ojos abiertos. No sabe si es consciente de su presencia. No sabe si la fiebre la mantiene en el sopor de un limbo tranquilo e indoloro. Solo se escucha la respiración de ambos y un murmullo lejano que sube de la calle.
La niña intenta decir algo, pero su garganta reseca e hinchada se lo impide. Susurra. Utiliza el poco aire que contienen sus pulmones. El hombre acerca el oído a los labios agrietados. Siente un calor intenso. El fuego que escapa de un cuerpo tan pequeño es como un espejismo.
“No llores abuelo que no me voy a morir”.

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jueves, 5 de febrero de 2009

De mi me

Me canso y no te alcanzo por mucho que corra pegado a tu sombra y no reconozco tu voz y me asusto y me inquieta pensar que te olvido como a la voz de un muerto.
Me impido continuar y aun así continuo y me pliego y me expando y sudo la distancia, aunque solo me alejo de mi o de la imagen de mi en color pastel difuminado.
Me reprocho perderme en la segunda vocal de un nombre que no conozco, que no distingo de otros nombres que callo.
Me oculto la verdad y mi mentira me recuerda el deseo de silencio que es más fuerte que un grito, el de la madrugada, el de la soledad al comienzo del sueño.

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